Estadio Benito Villamarín, el alma del Real Betis

Es en el Benito Villamarín donde el latido del pueblo bético encuentra su eco, en donde el corazón se deja en cada grito y se convierte en un templo. Tradición, cultura, identidad. Cada partido es más que eso, es un ritual que trasciende generaciones.

Calor, himno y el nuevo renacer verdiblanco
La ceremonia comienza varias horas antes del partido. Y es que el aire ya huele a tapas, a risas, a banderas ondeando al sol andaluz. La marea verdiblanca comienza a formarse, a juntarse en los bares y a esperar el momento de llegar al Villamarín. El fervor se vuelve insoportable para el visitante, la localía se hace sentir y el Real Betis salta a un campo que, desde 2017 con la última gran remodelación, cuenta con 60.721 localidades. Se respira grandeza.
Hoy, aunque tanto el césped como las propias gradas hagan parecer a las de un estadio moderno, el espíritu auténtico sigue siendo el mismo de siempre. Y es que aunque el estadio se revista una y mil veces más, el aliento de su afición es el mismo. Entona el mismo grito de apoyo incondicional para su equipo. El mismo sueño.
Desde la llegada de Manuel Pellegrini, en 2020, el Benito Villamarín ha sido testigo de lujo de un renacer futbolístico y de una convicción renovada que ha hecho de un vínculo aún más fuerte con su gente. Que viniendo de tiempos tumultuosos confió en la templanza del ingeniero para alcanzar la Copa del Rey en la 2021/22 y para seguir soñando con alcanzar nuevos objetivos jornada a jornada.
Raíces y tradición
La historia del mítico Benito Villamarín comienza en 1929, con su inauguración bajo el nombre de Estadio de la Exposición Iberoamericana. En sus primeros años fue escenario de amistosos y exhibiciones, hasta que, tras la guerra civil española, el destino lo vinculó definitivamente al Real Betis Balompié, que se asentó ahí como local y dueño de casa desde 1936, tras ser campeón de La Liga en 1935.
Con los años llegaron ampliaciones y transformaciones, hasta que en 1961 fue bautizado con el nombre de Benito Villamarín, presidente que selló la compra del estadio para el club, para siempre. Desde entonces, generaciones han comenzado su rito verdiblanco. Padres llevando a sus hijos, y esos hijos, décadas después, a los suyos.
Para el aficionado, el Benito Villamarín es más que un estadio, es parte de su vida, su segundo hogar. En donde muchos de sus recuerdos son forjados. Donde su sangre y su historia fueron escritas. Y es que cuando las luces se encienden y el himno suena, el pasado y el presente convergen.
Más allá de lo que pase temporada a temporada, los jugadores pasarán como pasó alguna vez Joaquín. Los técnicos se irán, como sucederá con Manuel Pellegrini en un tiempo. Pero el aficionado sigue. Sigue ligado al club que ama, y en su casa, el Benito Villamarín, sigue escribiendo historias fantásticas y creando nuevos sueños para él, sus hijos, y los hijos de sus hijos. Real Betis. Tradición.
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